La columna de Ana Mª Bayot

LA ZETA ES la esvástica de Putin y Rusia con su habitual ortodoxia, destruye pero creando. Me llego a cuestionar seriamente si soy de letras o de garabatos. India aprovecha las rebajas en el carbón ruso para hacerse con un pellizco, ahora que andan de rebajas. Putin es el oligarca jefe de su camarilla de testaferros. Todo en minúscula, porque yo lo valgo. En Rusia o eres el que jode o eres el jodido. No existe la clase media. El ruido ensordecedor de las bombas de racimo, me hacía presagiar que el Tío Vuva nos la iba a jugar de nuevo. Sin polonio en las venas, pronto estallará exasperado por su torpeza en contingencias bélicas. En breve me temo que veremos cambio de rehenes por espías. Ha ocurrido siempre en todas las guerras; no nos engañemos. Y me quedo absorta en mi propia sinestesia; quizá, porque soy de letras.
Entretenida con esta plática noticiera y otras parecidas a la vez que lidio con la azalea del balcón, oigo decir compungido a Feijóo, que el presidente del país no tiene corazón. Mira, Albertito –le expliqué con toda mi santa paciencia- a veces para cumplir una misión sea la que fuere, no hace falta la excusa de reunión importante o falacia sobrevenida. Eso queda feo, amigo. Ya no tienes edad; ni siquiera visos de creer en metamorfosis de batracios, como tu antecesora del partido. Tarde o temprano tendrás que aparecer a la verita de Vox, le soplo al oído. Mañueco toma la posesión de moda, pero sin mujeres ni Feijóo. Que no se mueva nadie; que pronto podremos disfrutar de TeleAyuso. Aplausos contenidos.
Un pellizquito en el glúteo derecho me despierta de mi letargo. Mi gato quiere algo. Con la mirada me alerta de matarratas que exterminan con sentimientos y sin usar veneno; eso dicen las noticias. ¿Y cómo lo harán? le pregunto a Satán, mi gato negro callejero de apellido. Ni se digna responderme. Creí ver en su mirada un atisbo de piedad. Qué mono. Sabe de sobra cómo calmar mis ánimos, cuando me percibe alterada por algo. Con temperamento ecuánime y una panza criada a buen árbol arrimada. O sea, servidora. Malditos roedores le digo a Satán, imitando la voz de Tom. Él evidentemente, no piensa lo mismo. Disfruta persiguiendo a los Jerrys, creo. Nunca le he visto. La luz que entra por la ventana tan diáfana, pacifica nuestros desencuentros.
Menos mal que la empresa Rianxeira depura bien. Al primer canto del gallo me desperté con otra nueva, tan tranquila que me hallaba. Andamos rodeadas de espías. No ponga un Pegasus en su vida o acabará trasquilado. Claro que los ciudadanos de a pie no podemos hacerlo. Lo contratan los gobiernos dicen, para salvaguardar la seguridad de todos, contra diferentes ataques de orden estatal. Eso ha dicho, Margarita. Que está hasta el moño de Podemos. A veces pongo en duda nuestra solvencia crediticia de clase social; pero al momento sufro otro ataque más fuerte de relevancia, que me coloca en mi lugar. Y como si de un conjuro hechicero se tratase, pasa en procesión sin saludar el Chumino Rebelde. Y como si la prosa fuese almíbar, digo que todo lo que engaña seduce. Ya lo decía Platón, antes que yo. Apostillo que no sé si se referirá con exactitud a lo que nos ocupa, o al feo asunto del supuesto marqués y su amigo el aspirante al medallero del buen español. A la saca con ellos.
Dejo que mi mirada se pierda entre la gente en un centro comercial. Suena una alarma escandalosa cuando paso por la puerta principal. La banda magnética de mi falda hizo saltar las alarmas y no fue la raja. Una horrísona mueca se me quedó pintada en la cara. Aclarado el entuerto, escucho por la radio lo de las elecciones francesas. Victoria de Macron con matices –Pese a que en el debate estuvo más suelto-, amenizando por la izquierda un coro con acento libanés y por la derecha de la derecha con una Le Pen en peligroso despegue y recibiendo dinero de un banco ruso. No me hagan mucho caso que soy de letras y escribo muchas tonterías.

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