Uno de los nuestros

F.J Grau Marí

Simón Artiles Shannon es uno de los nuestros.
Es uno de esos “brutos” y “medio locos” que se dedican a jugar a un juego de rufianes, sin serlo, o como nos definió Elizabeth Hogg “gladiadores llenos de fango cuyo único propósito en la vida es colocar algo parecido a una cabeza humana entre dos postes”.
Le aseguro, Sra. Hogg, que tenemos otros muchos propósitos en la vida.
Pero Simón, no ha sido sólo uno más de esos “gladiadores”.
Simón ha sido además capitán de los mismos. Porque aunque en España el Rugby cuenta muy poco para la prensa deportiva (salvo que haya algún escándalo), ser capitán de un equipo de Rugby es muy importante, ya que además de tener que participar en el juego, sin descuidarlo, es la prolongación del entrenador dentro del terreno de juego y ayuda del árbitro en el control de sus jugadores; a los que corrige en una acción dudosa y el que les mantiene el espíritu del juego en alto en momentos depresivos.
Recuerdo que en uno de los numerosos cursos y congresos a los que he asistido, al tratar del tema, un británico nos decía que en algunos equipos el capitán es tan importante, que es él quien decide qué entrenador hay que contratar en función de los jugadores que tienes.
Y me consta que en algunos equipos argentinos al capitán del equipo “senior” se le llama el “gran capitán” por el peso tan determinante que tiene dentro del club. Y Simón fue nuestro capitán.
Pero Simón tampoco se quedó ahí. Se dedicó a formar “gladiadorcetes” como educador y tuve el placer de tenerle como compañero -junto a Fernando Renart y David Osa- en la última Escuela de Rugby que dirigí.
Más adelante dio otro paso, que solo damos los insensatos, pues se convirtió en entrenador del equipo “senior”.
Y cuando parecía que ya había completado todo su ciclo deportivo dentro del Rugby, fue un poco -más bien un mucho- más allá y entró a formar parte del Trust Rugby International, para ayudar a personas con discapacidad, a formar parte de nuestro deporte y de nuestro mundo. No se puede pedir más.
Querido Simón. Ahora estás jugando el partido más importante de tu vida, ante un adversario al que no nos habíamos enfrentado nunca, el ELA, del cual yo lo desconozco todo, y por lo tanto, como tu viejo entrenador que soy, no puedo darte consejos ni tácticos ni estratégicos, y debo confiarlo todo a tu criterio y buen juicio. Tan solo puedo desearte lo mejor para ti y los tuyos.
Espero que sigas vinculado al Club y a este deporte, pues tu ausencia nos dejaría un gran vacío -y no solo por tu tamaño- como me lo ha dejado a mí en las caminatas de las 6 de la mañana donde ya no me cruzo con tu esposa ni contigo y de verdad que os echo de menos.
Por último creo hablar en nombre, sino de toda, si de la mayoría de la gente del Rugby, si te digo, con toda sinceridad, que cuentes con nosotros para lo que necesites porque tú siempre serás UNO DE LOS NUESTROS.

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