La columna de Ana Mª Bayot


Soy una sanguijuela de escritos. Deberé de controlarme de alguna manera. Pero a veces, como la nubosidad variable, eso resulta del todo imposible.


ME LEVANTO con dolor de huesos. Puede que sea por asistir anoche a un mitin y enfriarme.
Me lo recrimino por lo bajini. Pudiendo haber acudido a una jarana o a un baile. Pero pensándolo en frío, ya no tengo edad para esos tumultos. Tomo notas a toda prisa como hago siempre, mordisqueándome el labio. Disecciono mis apuntes para poder extraer algo en claro. Ahora, por la mañana ya, examino mis garabatos para ver cuál de ellos se lleva el galardón de ser al menos, creíble. Y me refugio en mi cajón de resistencia o mi pisito enano; como quieras llamarlo. Sumergida del todo entre paradigmas desolpitantes. Término adjetival usado por Ida Vitale, a quien admiro, profundamente. Y es ella también quien afirma que «la vejez no tiene ventajas; pero que una de ellas, es que ya no sé en qué día vivo y eso de algún modo, ya es un beneficio». Mira, otra pincelada en común.


Soy una sanguijuela de escritos. Deberé de controlarme de alguna manera. Pero a veces, como la nubosidad variable, eso resulta del todo imposible. Pasa una furgoneta a medio gas bajo mi ventana, voceando imperativos con un megáfono. Vote a fulano o vote a mengano. Y ahí me tienes a mí respondiendo: si me da la gana, no te jode. Ya no tengo edad para que nadie me obligue a hacer lo que no quiero. Quizá es porque hoy no tengo un buen día. Intento salir de mi mundo de paradigmas. Con tal fin prendo la radio y también, por qué no decirlo, por escuchar una voz amiga o algo más apacible que la mía. Decido ducharme, a pesar de que los hijos de la Gran Bretaña digan, que no lo haga. No porque lo diga un estudio de Harvard voy a hacer caso. Si he de ser puntillosa, responderé que ellos son los que menos agua utilizan para asearse, del resto de Europa. Según otro estudio de la misma firma. Acabaremos lanzando por los balcones agua sucia y excrementos, como en la casa de falsos okupas de Barna. Regresión a la Edad Media. Y hablando de agua: hablemos pues de sequía, que parece ser el argumento estrella de estas elecciones. Todo promesas y matracas para de donde no hay, no sacas.
Me quedo muerta viendo cómo uno de mis actores favoritos es padre de nuevo, a los 79. Nunca es tarde si la dicha es buena.


Y me da miedo pasar de escritora a asesina en serie, por mis inclinaciones enfermizas hacia ese género. Treinta y nueve lunas sin probar aceitunas, le dice Sánchez a Biden, emulando a Krahe. Dudo que sepa el venerable anciano de quién se trata, siendo el mentado, juglar y anarquista. Sutil la forma de pedir levantar el veto aceitunero.
Sonríen a dúo ante las cámaras. Intercambio de regalos: Biden le obsequia al presi hispano (como ellos dicen) una mochila transparente; no sea que se le ocurra afanar algún cubierto de plata u ocultar un colt. Tenemos fama de bandoleros. Sánchez le ofrece con la parsimonia requerida, una ristra de ajos picajosos de Castilla la Mancha –que es donde sus contrincantes políticos tienen su feudo- y un diccionario de bolsillo; para ver si de una vez, se les pega algo de Pelosi. Algo hará. Con los vampiros y los obispos, suele ser bastante efectivo. Me viene a la nariz un leve tufillo a incienso y se me revuelven las vísceras.
Tal vez me calme para las calendas griegas. En la madrugada me queda poca materia para nuevos cantos. Miro tu retrato y digo:
«Anoche nos agraviamos y te digo amigo, que ya no tengo edad para aguantar cenizos.»

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