La columna de Ana Mª Bayot

QUISIERA

Quisiera que se tomen en serio mis desgracias por muy cómicas que parezcan. Y por eso he decidido tratar así los temas que, formalmente y a renglón seguido, se desgranan. No diré que quisiera ser un pez, para hundirme en tu pecera; eso, ya lo han dicho otros. Esta noche he soñado en medio de sudores que no venían a cuento, que me había transformado en polilla; de ésas que con un manotazo te la cargas, y listo. Podía haber soñado con libélulas. Son mucho más estéticas. Pero lo que se ha posado en mi memoria enfermiza, son las maravillosas vistas que se vislumbraban desde las alturas. Todo un sueño. Sobrevolaba el mismo lugar cotidiano y familiar, pero acompañándome en el planeo de cosas distintas: un halo de falso misterio, telarañas de murmullos, rostros de perfiles acicalados y multitud de helechos húmedos de juventud eterna. Todo ello, aderezado con el suave roce del terciopelo, del satén y del raso. Quisiera ser otra cosa distinta de lo que soy. Y lo que soy, todavía no lo tengo demasiado claro. Estoy dispuesta a abandonar mi juicio sobre ascuas encendidas, con tal de volver contigo, amor. Porque tú y sólo tú, eres el culpable de esta agonía, de esta condena, de esta esclavitud. Por san Blas, hará un año que nos conocimos. ¿Recuerdas? Contigo aprendí a vivir con tanta intensidad y rebeldía, que hasta el más nimio detalle, resurte importante y vital. Quisiera agotarme, sin pena ni quebranto, en tus brazos.

Mas, como no resulta conveniente hablar de aquello de lo que bien se conoce, pues resultaría indecente, según Robert Nalcer, cambiemos pues de tercio y miremos la prensa diaria con ojo crítico. Quisiera, por aprovechar el nudo de las circunstancias, poseer la misma cláusula de fidelidad que Messi y no el maléfico número de los 555; no aspiro a tanto porque quizás, me obligaría a contraer nuevas obligaciones para con mi gente. No. Así está bien la cosa. Me arremango la camisa como si fuera a descargar un camión de patatas y me miro al espejo, con la esperanza de no perder esa chispa brillante de finales de junio en la mirada, que transmite pinceladas de seducción imperfecta y remota. Y en medio de la vorágine pandémica, aparece Aguado huyendo del cierre total como de la peste. Casado, acorde, abre la valla de la piara con natural gesto y acaricia gorrinos tapándose la nariz. El tufillo del caso Bárcenas le acecha peligrosamente. Y por san Blas la cigüeña verás. Me enternece verlas en sus nidos: fieles a la pareja de toda la vida, sin cambiar el protocolo de cortejo y embriagadas de poesía y virtud, con los sonidos insistentes y repetitivos del crotorar de sus labios afilados. El cuarto pasajero se rueda en las calles de Bilbao; la ciudad antaño teñida de gris y ahora bella y apacible, que tanto añoro. Banderas declara que están todos agotados; y Sabina afirma con su habitual sorna, que escribe canciones con ánimo de lucro y declara que el “poliamor” es agotador. Prefiero quedarme con la última: «Todas las formas de arte son hermosísimas mentiras que se dicen para corregir la realidad». Embriagaos, quisiera decir Baudelaire.

Quisiera implorar justicia, para el caso Marilin Manson; ya son cinco las mujeres que lo acusan de abusos. Se defiende, calificando las informaciones de la prensa como “distorsiones periodísticas”. El bien y el mal aquí, no son sólo bajas pasiones. Rusia ofrece sus vacunas Sputnik; aunque no sé si fiarme mucho, después de ver cómo se estrellan sus cohetes. Austria pedirá el test de antígenos cuando vayas a la pelu, al fisio o a la óptica. Una bolita mató a Bartok, con munición de la KGB; la pude ver cuando visité el Museo de Nueva York.

Para museos que merece la pena visitar: el del IES de Artes Plásticas de Utrera, donde comparten patio de recreo en feliz armonía: La Dama de Elche, el Pensador de Rodin y la Piedra Roseta, entre otras obras. Elevar la vista da gloria: ver pendiendo los frescos vaticanistas del techo sobre nuestras cabezas. No se puede parar el arte cuando se desboca. Y te dan ganas de gritar ¡Aleluya! Me paré frente al icono de una virgen que no supe distinguir; y aún así, le rogué al pasar medio orando en falsete, que hiciera lo posible porque la escritura continuara siendo mi amante, mi amiga y mi cómplice perfecta. Me sentí mucho más satisfecha, tras el conjuro  recitado. En el Consejo de Ministros de hoy, se estudia considerar el covid-19 como enfermedad profesional, con efectos retroactivos. ¡Hosanna! Reverbero de nuevo con voz tenue, por los pasillos alfombrados de luz difuminada y aromas de sudorosa adolescencia. Temerosa de estar siendo atacada por fuerzas del más allá, me cambio de acera. Transito por la rampa de un garaje cuesta abajo, que me recuerda al de Jeff Bezos: amo y señor de Amazon. De un garaje al espacio. Quisiera dar un salto, dijo; y lo dio. Y va, y se estrella el Spacex. «Distancia tenebrosa será luego», dijo el poeta valenciano.

Las Fiscalías del país se ponen las pilas e investigan a los youtubers de Andorra y al ejército de vacunados ilegales. Hay otro miembro más del clero de alto rango, aranero. Ni con cien mil avemarías lo paga. Y cien mil alegaciones han presentado los ciudadanos catalanes, para eludir acudir a votar. Como en la puta mili. Quisiera no haberlo dicho; pero a lo hecho, pecho. Y entre variante y variante del virus, el gobierno de Madrid denuncia sabotajes en el hospital Zendal. Y desaparecen varios viales de vacunación en Castellón. Deposito en alcanfor a mi corazón un rato por no entrar en arrebato. Siento que nazco y muero cada día con tanta montaña rusa de emociones y agonías. Los microchips se convierten en oscuro objeto de deseo.

Cencerros digitales quieren colgarles del cuello a los burros, para espantar al lobo. Que yo sepa, nadie les ha pedido opinión a los pobres pollinos. Este es un país que, desde el Diablo Cojuelo, ha sembrado tras de sí una serie de taimados gandules que designándose a sí mismos como políticos, esquilman las arcas públicas sin necesidad de guante blanco. Cuentan en su haber los sutilmente aludidos, con la esencia del hidalgo y del inquisidor; pero más moralistas así como indigestos. Sólo asomar al Congreso, vemos las perlas que se echan los unos a los otros. Ni Dios se salva del intercambio de misiles verbales. Entre el «Mala sombra» de Sánchez, se cuela el «Nerón» de Casado. Ni el malabarismo ni la caza. No se pueden equiparar; aunque el resultado final, sea el mismo: la muerte. El poder siempre anda al servicio del bandujo y no del alma, como yo quisiera.

 A pesar de mi estilo poco limado y la enorme distancia geográfica que nos separa, percibo ese polvillo rojizo africano; el cual, insolenta encender tus mejillas cuando te acaricio. Y semeja que estoy degustando el jugo aromático y dulzón de la mandarina, cuando te beso. Dos hojas se deslizaron resbalando de mi calendario. Una, a fuerza del viento de gregal racheado; y otra, por el peso ligero de nuestros comunes sufragios. Quisiera perpetuar estos dos acontecimientos en la frágil memoria, sin que nadie pueda oscurecer mis decantados, casi barojianos, de gacela irónica: ávida de letras e inmune a aderezos falsos. Quisiera ser una flor temprana, que resurge de entre sus propias cenizas. Quisiera ser lo que no soy: un sueño absoluto y plácido de tu canto.

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