La columna d’Ana Mª Bayot

La lluvia en Sevilla

La lluvia en Sevilla es una maravilla; así lo decía la canción que con tanto cariño recuerdo. Hay que ver en lo que se convirtió Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) a base de estudiar, vocalizar y declamar. En toda una dama de la alta sociedad y todo debido a una apuesta y por el empeño de su Pigmalión particular: el señor Higgins (Rex Harrison) con la ayuda de su fiel escudero. Bonita historia la de «My Fair lady». La mía es muy parecida; pero tuvo lugar en otros escenarios que ni siquiera el señor George Bernard Shaw, posiblemente, hubiese imaginado. La lluvia, como digo, en Galicia está la mar de a gustito, como cantaba aquél con la voz rota por el coñac. Además de ser tan maravillosa, Sevilla está de celebración deportiva por su triunfo frente al Inter de Milán. Terror me causan las celebraciones; pese a que se comenta en círculos especializados, que el virus afloja su letalidad.

Pasa un lugareño por mi lado quejándose del “caloret”, mientras arde Garafia. Para calor, el del valle de La Muerte de Estados Unidos con 56º. Aquí también: malezas, rastrojos y carrascas, hacen de las suyas y ayudan a expandirse al fuego infame. Hablando de Carrascal, se ha decretado el confinamiento otra vez, junto con Cantalejo. En California, son los presos, los que trabajan codo con codo junto a los bomberos, para combatir las lenguas de fuego. Mi abuelo no fue picador, ni de mina, ni de toros bravos; pero fue guarda forestal y me explicó con su vocecilla débil, casi al final de sus días, cuán necesario era el trabajo de limpieza y mantenimiento de nuestros montes y bosques. Quién le iba a decir que su generación, un siglo y medio después, pondría en el mundo a un bombero de carne de su carne y sangre de su sangre.

Sevilla está en boca de todos. Además de por su triunfo deportivo, por el mosquito del Nilo; el cual, ya deja una secuela mortal y casos sospechosos. Hasta las aves se ven afectadas. Un Quebrantahuesos se ha visto infectado por coronavirus. Una familia de cuatro ballenas juguetonas obliga a cerrar el tráfico marítimo. Con el viento de popa, ejecutan cabriolas imposibles ajenas a los intereses humanos. Se verán representadas, como tantos otros bichos fantásticos, en el Salón del Cómic de Barcelona que abre sus puertas de par en par, pese a todos los infortunios y observando medidas muy estrictas. Y los Bávaros recuperan su esplendor, mientras el insecto díptero se da una vuelta por el Zoo de Jerez, que se ve obligado a cerrar. No obstante, la zoonosis brutal, el bicho se cuela en Palacios. Y si de palacios en minúscula hablamos, habría que poner a nuestros científicos no en un palacio, sino en un pedestal. La Ciencia española, con tan sólo una cinta en el pecho y una pinza en el dedo, son capaces de representar gráficos y llevarlos a la nube, aunque no sea de algodón dulce. Pero sabe mucho mejor este triunfo.

Siguen llegando pateras a nuestras costas. Y cadáveres. Y seguro que aumentarán, después de que Salvini haya anunciado que cerrará sus fronteras a cal y canto. En Bielorrusia la tensión se puede incluso masticar. Trump advierte que China se adueñará de España, por medio de sopas de aleta de tiburón y carne en salsa de ostras. Y de postre, un té con la misma receta, que la que le fue administrada al líder ruso Navalny.

Y entre col y col, se manifiestan en yates de lujo los seguidores republicanos de Trump, mostrando sus insignias con banderas estrelladas y estandartes bordados en oro; luciendo pecho lobo descubierto, una lata de cerveza en una mano y un colt cargado en la otra, soltando salvas. Ayeo sin darme cuenta. Es probable que sea rechazada la propuesta demócrata por el Senado, puesto que cuenta con mayoría republicana. ¡Ministro del crimen! Corea la oposición a voz en grito, al primer ministro de Israel. Aparte de acercarse los huracanes a sus costas, en la otra América, los cárteles de la droga andan revolucionados; por asuntos turbios de competencia leal, o desleal. Por causa de sus guerrillas revolucionarias, trece personas mueren en una estampida humana. De “asesinatos colectivos” los califican. La espantosa corrupción en México se documenta en formato vídeo apto para todos los públicos.

Y mientras los contagios siguen en aumento, Plácido se va de gira por Italia para comprobar por sí e in situ, si todavía lo recuerdan o ya se han olvidado de sus viejos escarceos y líos de faldas; la justicia americana, al contrario que otras, tiene memoria histórica y los casos por según qué delitos, no prescriben jamás. 25 millones de dólares se invertirán en el servicio postal de EEUU. ¿Tal vez sea porque se acercan las elecciones? «Mentiroso y cruel» le llama su hermana Marianne Trump a micrófono cerrado. Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan. Yo tampoco quiero mancharme y emprendo el vuelo.

Las féminas dominan la cabeza de carrera hacia la vacuna. También futuras candidatas al Premio Nobel. Sarah Gilbert, de 58 años, lidera la vacuna Oxford. Confía tanto en su efectividad, que sus trillizos han sido inoculados con ella. La china Chen Wei de 54, es calificada por sus colegas como la «Terminator» de los virus, me imagino que debido a su efectividad y letalidad en exterminarlos. Además, es Epidemióloga y General del ejército chino. Y por último y no por ello menos importante, Kizzmekia Corbett la jovencita de Carolina del norte. A sus 34 años y originaria de la América profunda, se declara aguerrida defensora de los derechos civiles y del progreso de la juventud afroamericana.

Me siento como Audrey Hepburn y me coloco un voluminoso sombrero de paja, como el que lleva ella; pero la mía ocupa medio comedor, de mi diminuto apartamento. El miriñaque decido obviarlo por hoy; hace demasiado calor. Gesticulo y muevo las caderas frente al retrato de mi Jordi, que me mira desde su altura, con ojos extraviados. Parece decirme imbécil con la mirada. Mañana sin falta, pongo más bajo el retrato. Estoy harta de torcer el cuello tanto cada vez que quiero mirarlo.

Bajo la influencia de las altas presiones y las bajas pasiones, mi deseo es elaborar un retrato alternativo, de la panorámica que nos rodea. Pero en vez de hacer eso, me quedo con lo que más me ha impactado de la mañana. Me he sentido como ella. Se llama Rocío, es sevillana y tiene un deje muy gracioso y cantarín. Su ceceo enamora. Visita a su madre en la residencia como yo a la mía, y se pone a bailar tras el cristal. Por qué lo hace, le pregunto, cuando ambas salimos con los ojos húmedos, y me dice que su madre sólo cree que ella está bien de salud y de ánimo, si baila para ella. Y entonces descubro a la verdadera ciudad de Sevilla. Y sí; efectivamente, es una maravilla. Con o sin lluvia.

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