La columna d’Ana Mª Bayot

Últimas tardes

Releo Últimas tardes con Teresa, contemplando una fotografía en gris perla de su autor. Su mirada profunda y oscura de la que nunca se desprendió, me parece que traspasa el papel cuché y me taladra hasta la nuca. Y con la nuca apoyada en el escaño, se quedó sumido en brazos de Morfeo el ministro irlandés y líder del partido verde; cuando se sabe a ciencia cierta, que le cuesta a su país mantenerle en su puesto ciento cincuenta mil euros. Lo despertó de su profundo sueño el rapero Wayne -marido de una de las Kardashian-, hincándole los bordes punzantes de su chaleco antibalas. La cosa va por otros derroteros y toco a retreta, cuando aparecen los monarcas actuales visitando Cataluña, por breve espacio de tiempo y con porte institucional; amén de lucir semblante hermético y sonrisa gélida. Una cohorte de antimonárquicos los reciben con pitos; otros, defensores acérrimos de la monarquía, los vitorean. Mientras tanto en Zarzuela, los vientos racheados con algo de tufillo fétido se cuelan entre las rendijas de palacio, con noticias frescas rescatadas del archivo particular del confuso monarca. A ver, majestad, que en esta vida todo se acaba sabiendo. Hasta hemos conocido ahora, que aquello de: «Lo siento, no volverá a suceder» con gesto compungido, resultó ser todo un montaje grabado mientras vuecelencia, seguía afanando a manos llenas y a dos carrillos. El elefante muerto debajo de su bota campera ya se lo dijo, majestad. Pero no lo escuchó.
Al que he escuchado atentamente y con la sonrisa socarrona siempre puesta, ha sido a mi amigo Mauri; quien como suele hacer siempre, me ha alegrado la mañana playera contándome una enrevesada historia de gallinas algo ligeras de cascos, rindiendo honor a su fama. De casta le viene al galgo y a las ponedoras cluecas. Del húmedo norte se ha traído esa historia engarzada formando cadeneta, siendo consciente de que cuando me la contara yo tomaría buena nota. Y de los efluvios verdeantes que pateó por aquellas costas norteñas, a veces trémulas, salvajes otras, se trajo un buen bagaje. Su aparentemente disparatado relato, me ha hecho cambiar de opinión de muchas cosas. Su forma de narrar, ornando el relato jocoso a veces con latigazos de sentires de doble filo: ora enigmático, ora artificioso, me hace también desvariar. Con ese humor tan suyo imitando al galleguismo más rural, acabas, casi sin querer, en medio de una nube de confeti cubierto de agua de lluvia y riendo a carcajadas. Fiel a sus ideas y con grave semblante, asegura que las gallinas no son exactamente lo que aparentan. Bueno, un poco sí; rectifica. Contrariamente a lo que se cree, ellas saben muy bien quién lleva los pantalones en la casa. Doy por correcta esta apreciación, porque viene de donde viene. Me contó, de vuelta de sus vacaciones, que ellas, las más bellas, poniendo los huevos sobre la mesa como un acto de desacuerdo, llegó un momento en que se olieron que los jefes de la corralada tenían idea de hacer cambios importantes en el gallinero. Con la mosca detrás de la oreja, las plumíferas iniciaron una rebelión en la que se vieron implicados también los tres perros: un perdiguero, un cocker de pura raza y un can callejero huérfano y lanoso, que lloriqueaba sin parar. Los conejos libidinosos se apuntaron algo más tarde, cuando se percataron a medias de qué iba el asunto. Los pavos lucían a las mil maravillas; mas se les veía algo molestos, hinchando papada. En último lugar se les ha unido a la colonización del corral, una raposa a la que los perros intentan mantener a raya.
Mauri pudo llegar a un consenso negociando con la corralada. No pasa un día en que yo no llore al menos una vez. Dicen que es bueno para el lagrimal. Pero ahora al recordarlo, de risa.
Impactada me quedo con los fenómenos de la naturaleza. Un futbolista cae fulminado por un rayo, pero sale indemne. Para celebrarlo, Extremadura autoriza las verbenas, pero a lo suelto. Bailar pegados ya no está de moda. Y a unos pocos kilómetros más al este, en una pescadería de Santa Pola, unas ánforas romanas del Siglo I que servían de ornamento entre los productos congelados, resultaron ser de un valor histórico incalculable. Que pasen estas cosas en la era de la energía verde, de la digitalización y del famoso 5G, da lugar a luces y sombras inquietantes. En la actualidad somos aptos para entrenar perros para detectar el cáncer, cuatro años antes de contraer la enfermedad a través de su olfato, ¿Por qué causamos tanto daño a la especie animal, envenenándola incluso con deliberación? Cuando ellos, los calificados de seres irracionales, son capaces de sacarnos de apuros increíbles. Estoy segura de que ningún miembro de la especie calificada como salvaje, deja morir a sus congéneres en la más absoluta soledad como hacemos los mal llamados animales racionales. 59 cadáveres no han sido reclamados por nadie. Acompañarán en su último viaje a los esqueletos hallados en El Rebollar, cuya iglesia dicen que está muy bien conservada. Dios reparte muy mal los dones, diría mi Jordi, que en paz descanse. Siempre hay garbanzos negros en el cesto de mimbre. Director y enfermera de un centro de mayores, drogaban a los ancianos para arramplar con sus pocos o sus muchos haberes. Les suministraban insulina, sin necesitarla. Métodos típicos del Capo di tuti capo. Vergoña, diría mi madre.
Camps lloriquea más que el can adoptado de la granja de Mauri. «La fiscalía me persigue por tierra, mar y aire», dice el ex presidente de la Generalitat Valenciana, con una leve caída de ojos. Que se lo digan también, a los 400 temporeros que malvivían hacinados en una gigantesca nave. Todos aislados. O como Yihad, que cada noche trepaba por una canaleta para ver a su madre a través del cristal de la ventana, hasta que murió por Covid-19. Cinco días escalando como un ladrón por el amor a una madre. Y el párroco de Encinas Reales infectado, ingresado en Cabras por sanar a domicilio… igual que si fuese la pizzería esquinera. Y mientras los agentes de la foresta, buscan por el Pisuerga al cocodrilo desaparecido, se enredan con una plantación enorme de marihuana camuflada entre cardos borriqueros. No hay mal que por bien no venga. Y ahora va y me entero de que tenemos que cambiar de mascarilla cada vez que la usemos. Totana, retrocede sin gana. Y Zaragoza la goza, cerrando terrazas. Y después de 7 años, seguimos sin fecha para la vista del accidente del Albia.
Mientras tanto, en el país de las barras y estrellas, andan a la gresca Biden y Trump, por abrir o no los negocios y por otras cosas que no nos cuentan. Noruega prescribe la cuarentena para quien provenga de España. Francia aconseja no viajar a nuestro país. En Turquía, a la gata Blie la hacen desfilar por los pasillos de la mezquita (anteriormente museo), por ser una felina fina que cuenta con millones de seguidores en Instagram y otros tantos millones de fans, en Facebook. A pesar de sus catorce años, veo que se conserva estupendamente.
Me encojo de hombros y me siento bajo la higuera, para encontrar las fuentes de la inspiración en las musas que ojalá se muestren fecundas. Con la última tarde de julio claudicando, me dejo acariciar por sus tímidos rayos.

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