EL CASO COCINA
Me desperté en medio de un charco de desamor, desazón y el personal celibato impuesto por las circunstancias naturales, que acarrean un cambio de estado civil. Siendo partidaria de la práctica del roce como la óptima forma de negociación, no me conformaba con contemplar una mohosa y amarillenta fotografía tuya y mantener un diálogo absurdo y vacuo con ella. ¿Adónde nos lleva esto, Jordi? A nada, claro. Lo sé. Pero lo sigo haciendo, ¿ves? Mi psiquiatra me aconseja que cese en mi empeño de lanzar objetos: ora contra el televisor, ora contra tu foto elegantemente vestido de guardia urbano; dice, que tamaña actitud tan lesiva, no nos hará avanzar en el tratamiento ni un ápice. Aparte de dejarme la pensión de mierda en electrodomésticos vendidos por la rubia de la esquina. Al final nos hemos hecho muy amigas; después del dineral que me dejé en su puesto. Su ondulante y sigiloso caminar, deja deslavazados todos los demás sentidos. La gente se gira para mirarla. Ella fue quien, como mujer experta y arrebatadora, me incitó a indagar por los oscuros recovecos por donde bamboleaba mi Jordi; y que yo, muy poco de pájara sabuesa y mucho de boba, ignoraba a todas luces.
Me levanté esa mañana con gran dificultad; en parte por los músculos entumecidos y en parte, por carecer del calefactor animal a mi lado. Lo cual agradecí por estar inmersa en plena canícula. Arrastrando los pies, me encamino hacia la cocina, que es mi lugar habitual y donde me siento muy bien arropada por los pucheros y cacerolas. Me aplauden cuando paso. Mi psiquiatra ve cierta relación subliminal en ello. Husmeando entre los papeles de Jordi, tuve las cosas algo más diáfanas de lo que las imaginé. El operativo originario de lo que semejaba una operación encubierta, había partido del apodado El gordo –al menos, así figuraba en los papeles de apariencia oficial-, con un numeroso ejército detrás de subalternos con distintos apelativos, escasamente cariñosos, mas en sumo grado definitorios. Como leía ahora, bajo la batuta del Gordo que, a su vez, estaba sujeto a las órdenes del Largo, como segundo de a bordo; y éste, por riguroso orden de escalafón, dependía del Barbas, apodado en ocasiones El asturiano, para vergüenza y estupor de sus propios paisanos.En los papeles hallados, El Feo y El malo permanecían aún por determinar; pero intuyo que lucen bigote recto y fino, bajo la trocha. Y un falso clérigo que nadie sabía muy bien qué papel desempeñaba, salvo haber cobrado diez mil euros. Y en ese deshonroso listado, figuraba mi Jordi en último lugar como: El Chapu. Me invadió una tristeza infinita. O sea, que cuando me decías en tus inicios que tenías una operación de incógnito y que no me podías contar ni mu, ¿Te referías a esto? Le dije mirando la foto con ojos llameantes. Agradecí mentalmente no estar en el monte; el cual, debido a la pertinaz sequía, estaba muy árido y lleno de matojos secos. Seguí leyendo y mi indignación se iba acrecentando por momentos. Se desprendía de los mentados papeles, que mi Jordi –Ahora, incluso dudaba de que mi Jordi en realidad, era tal-, estaba situado en la cola de sucesión del partido regente. Figuraba en los manuscritos folios los cuales yo no había visto nunca anteriormente, que Jordi fue -le retiro el “mi” con indignación; después de habidas pruebas y pese a que está felizmente fenecido- quien les proporcionó pecunia a sus secuaces, cuando se les agotó el superávit de los fondos reservados.
Para dotarlos de liquidez, su idea fue robar bancos a punta de pistola; arma obtenida en una tienda de chinos, de las muchas que proliferaban en el barrio. Nunca había hecho Jordi esas cosas antes; tenéis que comprenderlo. Lo obligaron las presiones políticas.
Con el fin de preservar su identidad, se colocó una media tupida de las mías, cubriendo el rostro. Con las prisas se confundió y se puso una braga -también mía-, de color carne de pollo. De aquellas que yo usaba en esos días ya olvidados, que podía ser denominada, con escasa propiedad: braga-faja-sostén. Rogó avergonzado y preso del llanto, no salir en los papeles cuando lo detuvieron; viendo que, en derredor, estaba plagado de periodistas. No diría jamás lo de los sistemas ITEL. Bueno, puede que, bajo tortura, sí. No aguantaba el dolor ni cuando se cortaba un padrastro.
No quisieron arroparlo bajo protección del partido, debido a que su atraco salió fatal. Una simple confusión la tiene cualquiera. Me place compartir mis digresiones, como sucesos históricos acaecidos. A saber: en vez de meterse Jordi en la joyería, se coló en la tienda de gofres; pues la faja, no le dejaba visión clara. 5,50 euros se llevó, ya que estaba dentro; amén, de un apestoso y maloliente olor a aceite de fritanga. Sus jefes, indignados, lo degradaron sin galones, a guardia local dirigiendo el tráfico. En lo concerniente a mí, me encontraba mucho más tranquila; y presumía que aquella vida sosegada y placentera, nos acarrearía menos problemas de mafiosa índole. De lejos lo veía tan guapo con su uniforme añil, con tantos botones plateados, montado encima de la tarima redonda y moviendo los brazos con tanta gracilidad… Adquirí con presteza una serie de medallas falsas, que compré en el chino de la esquina; ése, que nos había sacado de tantos y tantos apuros, con el único deseo de que él se sintiera un poco más realizado. Sus anteriores superiores, pasaban por su lado continuamente, en sus despampanantes coches oficiales tocando el claxon. Él no sabía cómo interpretarlo. A veces pensaba que era por saludar; otras, no. Sobre todo dudaba de aquellos de menor rango, que asomaban el trasero por la ventanilla y se alejaban lanzando escandalosas carcajadas y pintando el asfalto de negro, entre chirriantes acelerones. ¡Pringao!, le gritaban. Aquello lo dejó sumido en la más completa desolación.
Mientras cavilaba al respecto, seguí leyendo: Anchoas de Santoña, 80 euros; quesos malolientes de diferentes sabores; cigalas, langostinos y ostras; productos delicatesen cuyos importes aparecían enumerados en la factura, entre otros más gruesos. Todo ello convenientemente regado, con delicados buqués y carísimos caldos. Hasta alcanzar la cifra de 53.000 euros que sepamos, previamente abonados con fondos reservados. A resultas de lo aportado, por los cincuenta y pico conductores, encargados de realizar el seguimiento. Contaba Jordi con pruebas fehacientes. Junto al miserable del Cachas, que anotaba hasta los tickets del pan y del aparcamiento. Abochornada me quedé. «Veremos más» me dice la rubia despampanante, en pro de animarme.
Leo en el periódico otras cosas, intentando desconectar. PSOE y Podemos solicitarán, próximamente, una Comisión de Investigación para el seguimiento del caso Kitchen –O caso cocina como lo llamo yo, por evitar anglicismos-. No me puedo escapar de la confabulación; parece que me persigue. Nueva fusión a la vista: BBVA- Banco de Santander.
Sesión de Control al Gobierno, con la consabida disparada de denuestos e insultos de escaño a escaño. Y tiro porque me toca. Los Ayuntamientos se plantan y no quieren devolver sus superávits al Gobierno Central. Por votación ordinaria derrotan la iniciativa del Gobierno. Ahí es donde se ve también, la falta de solidaridad. El PP contento por ganar, aunque sólo sea una de dieciséis. A nadie parece preocupar la dramática situación de las Residencias y Centros de día, que siguen arrojando cifras escalofriantes.
Aprobada La Ley de sobre la Eutanasia. España pierde 750 vuelos. Si ya lo dice el de la derechita cobarde: «con Franco vivíamos mejor». La Diada se celebra con tintes de Playsimulator. Melilla se cuestiona solicitar nuevo confinamiento.
La cosecha de melones ha sido buena en el sufrido campo español. No todo va a ser malo. Ya lo decía yo. La clase de la Princesa, confinada. Ni la sangre azul se libra. La Fiscalía investiga la primera denuncia presentada a la Generalitat Valenciana, por presunta situación de abandono, en una Residencia de Lliria. El funcionariado público está descontento y cansado; muy cansado. 32 mujeres asesinadas en lo que va de año por sus parejas o ex parejas. Vox pregunta para qué sirve el Ministerio de Igualdad. Del 57% de mujeres que sufrían acoso en condiciones de convivencia habituales, durante la pandemia subió a un 786% en pleno estado de alarma. No sirve para nada el Ministerio de Igualdad; señor portavoz de la derechita valiente.
Bruselas se plantea denunciar a Johnson por su `inadecuada´ salida de la Unión Europea. Hay que ver, qué socios más diplomáticos tenemos. En vez de afear la acción realizada por el socio incumplidor, como un severo y fragrante incumplimiento de los acuerdos, que figuran en los artículos 2 y 3 del Preámbulo de la TUE. Señores, la UE se erige como instrumento político para la conservación de la paz y la redistribución de la riqueza. A ver si nos enteramos.
Apago el televisor, antes de que la emprenda a fuerza de golpes de bate con él. Cierro los ojos y respiro hondo.