Ignacio Cardona. Trabajador social de CEDA (Centro Especializado en Deshabituación de Adicciones)
Todo en la vida es empezar, los cambios aterrorizan, generan inseguridad, nos sacan de nuestra zona de confort (espacio seguro), y nos angustia el miedo a los cambios, las nuevas relaciones interpersonales, a las cosas que no podemos controlar o que se escapan de nuestro dominio. En definitiva, el miedo a lo desconocido, al que dirán, que pasará, como estaré o si la elección o decisión tomada anteriormente será la correcta.
Los cambios son necesarios además de educativos, nos aportan diferentes perspectivas y nuevos modelos de funcionamiento que buenos o malos podemos utilizar en algún momento de nuestras vidas que estimemos oportuno. Los cambios son para los valientes, para los que quieren superarse y miran de frente al futuro. Nadie dice que los cambios fueran fáciles, pero sí muy útiles y en muchas ocasiones, necesarios.
Los cambios producen respeto, incomprensión en nuestro entorno muchas veces y nuevos miedos que debemos afrontar y superar. Suponen retos. Esto nos hará menos vulnerables y más inteligentes y prácticos a la hora de tomar nuestras propias decisiones.
Durante el proceso de deshabituación experimentamos un cúmulo de factores que ponen a prueba nuestras capacidades tanto físicas o psíquicas, desde pensamientos o auto-engaños que suponen pequeños obstáculos a las personas que deciden cambiar de estilo de vida y aunque en un principio no son conscientes de ello, muchos de sus hábitos presentes. También un factor importante es la gestión emocional. Las emociones los primeros días, primeras semanas, están a flor de piel, muchas dudas aparecen en las primeras horas del internamiento voluntario, pasando de estados de euforia a estados melancólicos en cuestión de minutos. Es importante que el profesional o equipo referente sea consciente de estas situaciones y sepa aplacar estas ruletas emocionales con el apoyo siempre importante del grupo de usuarios/as más veteranos, que realizaran una importante labor en la acogida al nuevo miembro del grupo para su adaptación al centro y comunicar sus demandas.
La convivencia con otras personas puede resultar sumamente beneficiosa, ya que ellos mismos tienen algunos aspectos o patrones comunes, y es por esto que entienden muy bien las experiencias pasadas, las noches en vela por consumo de sustancias o comportamentales y las malas decisiones tomadas en muchos momentos, generándose un componente nuevo, el grupo de auto-ayuda. Hay que tener siempre en cuenta las conversaciones tóxicas, que se han de ir disminuyendo paulatinamente y evitar ciertas recreaciones o comentarios impropios en un tratamiento, derivando este tipo de conversaciones en caso de ser necesario, a las dinámicas ejercidas y controladas del equipo terapéutico.
Desde CEDA trabajamos todos estos aspectos de forma holística, contando con un PAI (Plan de Acción Individualizado) a cada persona, con un equipo dedicado y responsable con el objetivo de dotar al usuario/a de las herramientas y aspectos necesarios que encaucen o faciliten la reincorporación progresiva en la vida diaria y pueda detectar con facilidad las situaciones de riesgo frecuentes, y los factores de protección que le permitan llevar una nueva vida plena.