La columna de Ana Mª Bayot

Ana Mª Bayot

PIENSA MAL… Y TE QUEDARÁS CORTO

No me pases la sal, por favor. Ni tampoco el azúcar. Dicen los expertos (que hay muchos, ya sé), que la raíz del virus se fraguó entre Alemania y Shanghái intercambiando saleros de mesa a mesa. Y mientras se clarifica esta encrucijada, van apareciendo nuevos visos de una gerontofobia atroz, acorde con la ya conocida xenofobia que los caracteriza: no viejos; no inmigrantes; no gais ni lesbianas; no negros; salvo que éstos últimos se usen para dar un toque exótico al partido y que no se note tanto. Se sabe ya, que el dimitido de Cs, también formó parte del elenco de inquilinos `de luxe´ de los apartamentitos de Sarasola. No es que sea mal pensada, pero me asaltan las dudas. Los vulnerables, mejor que se queden en casa, palabras literales del jinete ario, robusto, alado y adorador de ideologías caducas. Vomita un discurso recurrente y cansino de Venezuela, que nadie con dos dedos de frente, se cree; ya que, en este país, afortunadamente, somos más los que no armamos ruido pero poseemos libertad de pensamiento. Otros de parecido credo, creen que los ancianos carecen de dignidad humana, fomentando una aporofobia (neologismo inventado por nuestra ilustre académica, Adela Cortina) atroz y despiadada. Intentan contrarrestar su propia ignorancia, bajo el paraguas de un discurso gritón, simplón y deficiente en grado sumo. Para acabar llamando asesino miserable a un ministro y lanzando chistes fáciles denostando a su persona y familia, vociferando como energúmenos desde la calle. Las sociedades deben ser respetuosas con sus ritos, actividades y símbolos comunes. Muy de acuerdo. Pero ¿y a las personas? No se es más patriota por envolverse con la bandera; se ama a un país, cuando el ciudadano de a pie cumple con sus obligaciones y respeta a sus convecinos. Cuando se llega al nivel rastrero del insulto y la amenaza -velada o no- mal vamos. Desgraciadamente lo estamos viendo hasta en nuestro Congreso de los Diputados. En contra de esta cortedad mental, surge boqueando, intentando respirar, el noble fenómeno del altruismo y son aplicables aquí las ideas de Kant, que tanto ayudan a engrandecer a un país. Corren malos tiempos para la lírica, pienso, soñadora de mí.

Los rubicundos surfistas se manifiestan también ejerciendo su derecho, porque han oído por ahí, que se está barajando la estrambótica idea de colocar mamparas a las olas. Cabeceo negando con irónica sonrisa, para que se tranquilicen. Para las piscinas comunitarias se barrunta un futuro incierto: piensan los presidentes colocar expendedores de números de su turno, para darte un chapuzón ¡en tu propia comunidad! como en las terrazas de los bares para pillar mesa. Los visones de granja van a tener la culpa de todo este enmarañado embrollo, dicen ahora. Ya decía yo que las comadrejas, tenían algo que ver en este turbio negocio. Y llega el histórico día que las mascarillas, se convierten en obligatorias. Salvo si estás practicando deporte o ingiriendo alimentos: oiga, que dos cosas a la vez, no. Deberé abandonar una de las dos diligencias. Intuyo que no va a ser la segunda, desde luego.

La geometría variable del presi de la nación no gusta a nadie. En la otra esquina del cuadrilátero, soplan otros vientos. Pese a la censura (con razón, a mi juicio) que se ha granjeado la pupila y protegida de la poderosa expresidenta, algunos situados a la derecha de la derecha disfrazados de curitas y besamanos acusan al gobierno de silenciar o falsear los datos proporcionados desde Moncloa. El presi se dirige a la ciudadanía -¡otra vez!- anunciando diez días de luto oficial en cuanto levemos anclas del remolino mortal. Y mientras concurren todas estas eventualidades nacionales, el ministro de Salud de Bolivia es sorprendido en plena fuga, acusado de traficar con respiradores; y otros varios compatriotas suyos, se encuentran atrapados en el aeropuerto sin poder salir.  El presidente de los empresarios españoles, en cambio, está seriamente preocupado por el no reparto de dividendos. Con un mohín de disgusto, se levanta de un ramalazo de la mesa negociadora. De presidente en presidente, y tiro porque me toca. Me embarga la desazón. Me dirijo por video conferencia a mi amigo Boro y le pregunto cómo lleva lo del PCR y me contesta que depende, de si quiero saber la cantidad de patógenos o de anticuerpos; que por lo demás, bien gracias. No sé si le he entendido bien con la mascarilla puesta; que ahora resulta, que formará parte de nuestro atuendo diario. Como los calzones.

 Y mientras La Barceloneta se asemeja cada vez más a las concurridas calles de Benidorm en pleno agosto, mi investigador favorito del CSIC apela a la homogeneidad, de cara a la vuelta a la deseable normalidad y añade, visiblemente compungido, que los niños deben jugar y que los transmisores del virus somos los adultos. La mascarilla funciona; pero no hagamos carreras enfervorizadas por ver quién pasa de fase primero. Testear todo el tiempo y a todos, es costoso y difícil. Hay que atender al coste-beneficio. No descarta que haya rebrotes. Afea que los perros puedan salir y los niños no. Y que a los que hay que testar con todas las garantías, son al colectivo de sanitarios, por descontado, y al claustro de profesores; que son quienes estarán muchas horas en contacto con nuestros infantes. «Y que los niños tienen que jugar, joder»–así concluye su perorata, con ojos humedecidos. Los jugadores del Sevilla, que no son tan niños, se saltan la cuarentena como encargados de dar ejemplo; olé y olé.

Todo no van a ser malas noticias. Mientras unos y otros se despellejan, la dirigente de Cs está muy ocupada dando a luz un varón. Que eso sí es costoso. Enhorabuena. Emoticono de serpentinas y gorrito de Napoleón. Matasuegras también, con perdón. Y empiezan a florecer los primeros almendros, nuncio de la primavera. Al fondo, resuenan los violines.

Lo único que se sabe por ahora con certeza, es que el virus ése del que usted me habla, es rápido, contagioso y que deja tras de sí importantes secuelas; si logras sobrevivir. En cuanto al clima político imperante, me temo que debo acabar como empecé: piensa mal…y te quedarás corto. ¿O no era así el refrán?