La columna d’Ana Mª Bayot

CERDO A LAS FINAS HIERBAS

Me quedo mirando como una lela a mi vecina, cuando abre la cesta de par en par y me muestra un cochinillo tan pequeñito y blanco, como el culo de un bebé. Mi mirada iba de la bolsa a la viuda y viceversa. Me dice entusiasmada, que va a cocinarlo con una receta que le ha proporcionado otra vecina: Julia la cortesana. Y Cuando todavía no le había preguntado nada de nada, se saca una navaja que colgaba de su cinto, haciendo ademán de degollarlo allí mismo. Pude pararla con la firmeza de que soy capaz cuando entro en pánico, deteniendo la degüella, apenas iniciada. Un hilillo de sangre iba derramando por el pasillo junto a unas cuantas hojas de parra que servían de envoltura al pobre porcino, mientras yo la perseguía armada con el mocho sin aparente peligro, empapándolo todo. Con un grito desgarrador me despierto de la siesta del borrego, y a mi Jordi, pues también; arreándole un codazo desprevenido a la altura del bazo. Algún día lo mato de un susto como al gorrino bebé de mi vecina. Todo ser humano tiene un límite; me dice, malhumorado. Tienes razón; respondo. No llegará la sangre al río.

«Y tomaremos un café, señorías», dice el vicepresidente, tan pancho. Temí en ese momento que se levantase mi Jordi de su sillón orejero, y la emprendiese a hostias con el cojín verde que era el que menos apreciaba y con el que pagaba sus iras descontroladas. Lo mismo había hecho ayer, cuando se enteró de que habían retirado de la distribuidora HBO Lo que el viento se llevó. Moñas, le dije por lo bajini. Rabosa, me respondió rechinando los dientes. Yo prefería a Clint, que era el más duro, hasta que se amariconó en Los puentes de Madison. Todos los ídolos se me caen a zurriagazos como las estatuas de Colón. Y siguiendo con el plan preconcebido hace casi un lustro, se aprueba en el Congreso el IMV (Ingreso Mínimo Vital) con la anuencia de todos los parlamentarios, exceptuando a la derecha de la derecha. Y ya que estamos con símbolos casi sacros, se aprueba también en el Congreso, la retirada de las medallas y condecoraciones a Billy el niño. Aunque ya, ¿para qué? Ego no te absolvo.  

Las Actas de la policía en las residencias de Madrid, resultan, cuanto menos, preocupantes. Y mientras el Pisuerga cobra relevancia por dar cobijo entre sus charcas a un cocodrilo que se escabulle, cae en sus aguas –se cree que de forma accidental- un ciudadano cargado de efluvios etílicos. Y siguen advirtiendo las autoridades sanitarias de que el virus continúa acechando tras la cortina. Pero no todo acaba mal del todo. El Rambo de Requena y el Guardia civil al que hirió, comparten centro de recuperación; pero no cama. Y mientras en este país se pone de moda el fenómeno de Camperizar (Tunear furgonetas y convertirlas en casas sobre ruedas), en Colombia la moda es otra: enviar amenazas de muerte simbolizadas en coronas mortuorias no exentas de colorido; eso sí.

Pero volvamos a echar un vistazo a la Ineptocracia de nuestro Congreso; porque como dijo Tolstoi: Cada familia infeliz lo es a su manera y yo soy feliz, sacando a pasear trapos sucios para orear. Mi presi favorita, lleva al Congreso madrileño un rollo de papel desechable de ordenador y lo despliega a todo lo largo.

Los ojienjutos parlamentarios, la miran. ¡Oh! Magnífico efecto de mago en desuso. Su asesor de imagen barra consejero debiera por su propio bien, recoger sus trastos de matar y emigrar a Laponia. No hay que aterrorizar, sino sensibilizar. ¡No bajemos la guardia! Dicen los expertos. Apenas acabo de escribir esto, cuando Europa –ese ente fantasmagórico, del que les he hablado en numerosas ocasiones- propone abrir fronteras. No lo tengo yo tan claro. Y es cuando aquí entra en juego, el difícil equilibrio entre sanidad y economía. No se puede desligar una cosa de la otra, pero ¿Qué es lo que prima en este momento? Ahí lo dejo. Y mientras me debato en dagalas enfangadas, un sucedido distrae mi atención: el largo y sedoso cabello de una muchacha, se enreda entre los rayos de las ruedas de una moto; cuyo conductor resulta ser, el caco más buscado. Gracias al pelo vigoroso de la joven, las autoridades logran pillar al ladrón y la chica logra conservar casi toda su mata; salvo un par de cientos de mechones. Se disparan las ventas del champú que utiliza. Seguramente se hará famosa en la enmarañada cacofonía de grupos que lanzan mensajes apocalípticos en las redes. El que marca la baraja se alegrará. Hablando de revolcones y suelos, Murcia, la bella Murcia, prueba el asfalto frío: una variedad de revestimiento asfáltico, que logra bajar la temperatura emitida desde el suelo, de cinco a once grados. Depende. Y cuando digo depende, me acuerdo de Pau Donés; que nos ha dejado entonando a media voz sus melodías comunes, entre todo tipo de gentes. Me gustaría que hubiera compuesto una canción de las suyas, dedicada a los abundantes casos de gatillo flojo que proliferan tanto, por tierras del salvaje oeste americano. Depende. Puede que lo haga desde allá.

Se archiva la causa no causa del 8-M. Comparecencia de Sánchez número…no sé ya. Y entre brotes y rebrotes se le da un golpe al tráfico de heroína en Asturias. Olé por nuestros polis. Para los enamorados, se ha inventado una forma de celebración romántica: autocines para disfrutar en la pantalla de la corza mitológica de moda y para fuera de la pantalla, escarbar costuras ajenas lanzando grititos de placer en la oscuridad. Ay, qué tiempos. Y viene por detrás Trump, soplándome al oído y amenazando con que va a sacar al poderoso Ejército yanqui a la calle. Qué sin vivir es lo de este hombre, que sigue con su erre que erre. Pekín se escapa de la quema, cerrando a cal y canto su mercado de abastos y Corea del sur, endurece sus medidas de confinamiento. En Basurto y en la Garrotxa, rebrotes; como ya nos advirtieron los técnicos.

Arrastrando los pies y cabizbaja, me vuelvo a encontrar con mi vecina, la del cochino. Le pregunto que qué tal y me dice que siente no poder entretenerse, pero que se ha dejado un cochinillo macerando en finas hierbas y hojas de parra. Me suena, a terrible déjà vu. Pienso apuntarme hoy sin falta, a dar un paseo con el burro de mi Jordi; que por lo visto se ha puesto de moda. Lo llaman paseo terapéutico. Seguro que no me vendrá nada mal; pues noto que cada vez estoy más desquiciada. No sé qué opinará cuando le diga que me he convertido en vegetariana, desde esta mañana, al ver el cerdito de la vecina tan blanquito y mono.

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