La columna d’Ana Mª Bayot

 SIN TEMOR

Me hallo presa del desasosiego en la cola de la farmacia. Pienso en preguntar si por casualidad, han puesto ya a la venta esa inyección que desinfecta el interior del cuerpo. Sí, ésa que dijo Trump. Me la pido. Mientras tanto, los negocios de Texas que van por libre, deciden abrir sus puertas al público; pase lo que pase, envalentonados como los tipos que recuerdo del salvaje oeste. Mientras llega la vacuna milagrosa que seguro lo hará, nos apañamos desinfectando, como Dios manda, la arena de la playa de Zahara de los Atunes: a conciencia, y a base de chorretones de lejía esparcida desde un tractor solidario. Sin tener en cuenta, el daño ecológico y medioambiental que provoca en el ecosistema, tan ocurrente idea. No me siento capaz de encontrar revulsivo posible, que pueda actuar de forma eficaz ante la estupidez.

No reconozco a mi país. De abrir fronteras de par en par, hemos pasado a cerrarlas a cal y canto. Y mientras el debate de los supuestos sesudos anda a la gresca, se pone a jarrear en el desierto de Arabia Saudí; digo yo, que será por distraer, nuestras confusas mentes. Y me paro a meditar, por qué razón las olas rompen en la orilla de la playa, de tres en tres, mientras las contemplo extasiada desde mi balcón. Inspiro fuerte y vuelvo a detenerme a pensar cuál puede ser la causa psicológica, para que dos ancianos -81y 82 años- la emprendan a violentas y repetidas puñaladas, en plena alameda. Y mientras dicen se abre una investigación por el asunto IFEMA, la presidenta de la Comunidad defiende con una deficiente y precaria estratagema, la comida estiércol con un argumento debilitado, paupérrimo y cercano a la ramplonería; provocando el consecuente regocijo en las filas de la oposición; como la que produce el propio anuncio del menú, de mercadotecnia: Telefofa y tú más, para todos los públicos. Y mogollón de reparto de besos, abrazos, bailes y selfies y bocadillos de mortadela y atún a tutiplén; que conceden para mayor júbilo, la misma proporción de votos que de virus. Ustedes verán, señores. Yo me aparto por si acaso.

Y llega la primavera con treinta grados o incluso más. Y con ella felizmente, viene por su orden la sexagésima comparecencia del Presidente; a la hora crítica de la siesta. Quizá fuimos arrogantes y confiados, quién sabe; o quizá tan sólo esperanzados, expectantes, soñadores. No sé yo. Sábado, primer día para hacer deporte. Los que antes no lo hacían, les ha entrado una fiebre andariega que no veas. Y también coincide con el día de la madre que nos parió. No sé qué celebrar primero; detesto acumular tantos eventos.

Y poco a poco, nos vamos encaminando como un caracol con exceso de babas, hacia el descalabro general, económico y social. Tras unas cuantas reuniones del Presi, con los representantes de cada comunidad, no tienen  claro cómo establecer las demarcaciones: Si por Áreas; por Concejos; por Comunidad Autónoma; por barriada; o por comunidad de propietarios; en pos de distribuir los EPIs, tan necesarios, entre el personal sanitario. El gobierno ha fijado -que si sí, que si no-, el uso obligatorio de mascarillas a partir del lunes, para hacer uso del transporte público. Qué sin vivir.

 Seguiremos adelante, por descontado, sin el temor de que alguien venga con el azuce de la polarización del: «O yo o el caos». Cuya proclama urbana propagandística, es más propia de dictadores; y, puestos a elegir, prefiero la declamación de eslóganes facilones, captadores de lágrimas sentidas y propias de folletines baratos y pobres, pero honrados.

Cada trágala propuesta por parte del gobierno arranca una nueva zancadilla de la oposición; generalmente  aderezada por chascarrillos heredados, pretendidamente graciosos y teorías conspiratorias. En medio del desconcierto general dentro de sus propias entrañas, y del deseo insalvable de una demolición patriótica, vaticinando las catástrofes más nefastas, advierten que el fogonazo del retroceso, barrunta  más dañino. Dicen, seguros de sí mismos, que significará un paso adelante y dos atrás. Y sin presentar propuestas. Como un vals maldito. Veremos en qué queda todo este maremágnum.

 Las miradas que se lanzan los parlamentarios, todos, desde el púlpito oratorio, «tiene menos francés, que el esqueleto de un granadero de la vieja guardia, yaciendo en el fondo de un barril, chapuzado allí por el más feroz y certero patriotismo». Me he permitido con su permiso, reproducir aquí las palabras de Pardo Bazán a quien admiro profundamente.

Sin temor, saldremos de ésta; lo haremos. Lo afirmo por negación, como Antonio Gala.

Print Friendly, PDF & Email